Hermano... Hermano... No me abandones... Allan...
La noche se hizo eterna bajo la luz resplandeciente de la luna llena y el mínimo brillo de un fluorescente en la habitación de hospital de la joven Elena. A su lado como siempre Allan aguardaba que progresara, al menos seguía viva... El tiempo diría si eso cambiaría o no...
- hoy es el examen Elena - dijo mirando su reloj, que marcaban ya las 2:30 de la mañana - te ayudaré lo prometo.
Elena no respondió, pero abrió los ojos, completamente rojos y sonrió un poco, era más de lo que la pobre muchacha podía hacer, tan enferma como estaba, con unos tubos en su nariz y en ambos brazos.
- No te esfuerces, aun no estás fuera de peligro, descansa, es ya muy tarde...
Pronto para algunos...
Y a primera hora de la mañana se alejó de ella, seguía viva. Su hermana seguía viva por poco... Debía darse prisa...
El Dr. Varith salió de su escondite, limpiando sus lentes mientras admiraba el amanecer. Era muy temprano aun, aunque no sentía la necesidad de descansar. Su experimento no iba como esperaba... Los muertos no volvían a la vida ¿como burlar a la muerte de nuevo? Comenzó a temblar y una lágrima de sangre le surcó el rostro. Se le cayeron las gafas al suelo.
- dos ataques en un día, cuatro de la madrugada y seis de la mañana - mantuvo la calma, memorizando los datos mentalmente y secando la sangre con un pañuelo. Sacó una jeringuilla de su bolsillo y se auto medicó pinchándose en el brazo, logrando que sus temores se pasaran.
- Está bien... Volvamos al trabajo, no tengo mucho tiempo... - Caminó hacia el interior del centro de nuevo.
Al medio día se paseó por delante de las mesas de los residentes que estaban haciendo el examen de admisión al puesto que él mismo había impuesto. Deseaba comprobar si exactamente era alguno merecedor de ser su ayudante. A los que llegaron tarde directamente se les había denegado el acceso a la sala.
Había dos médicos más vigilando a los escasos alumnos deseosos por obtener el puesto. Pero el Doctor buscaba a la persona que de verdad creía en sus experimentos o que al menos hubiese indagado en ellos no solo escuchado por algún medio de comunicación, aquel que no buscaba el dinero sino el prestigio como él y que se viese que lucharía por ello...
Ninguno parecía merecer el puesto, incluso descubrió a dos chicos dandose las respuestas mutuamente. Al momento cogió sus exámenes y los rompió, obligandolos a abandonar la sala.
Paró frente a un muchacho joven que sonreía con cada pregunta que respondía, ¿habría descubierto las preguntas trampa que había puesto el Dr. Varith?
El muchacho alzó la mirada y su sonrisa se hizo más amplia, como si le conociese de toda la vida. Sus ojos azules, con una extraña decoloración roja en el contorno del iris, llamaron aun más la atención del doctor.
- si estás enfermo no puedes acceder al puesto bajo ningún concepto - susurró el Doctor para no molestar a los demás, poniendo una mano sobre su examen.
- no estoy enfermo Dr. Varith
- eso no es lo que veo
- usted me curó - respondió pidiendo permiso para proseguir con el escrito, el Doctor se lo permitió aunque receloso.
- no es posible eso que dices, no eres un interno del centro por lo que veo...
- hace quince años doctor, salvó a un niño enfermo de Enecu X18... Eso sí, ¿como lo hicisteis? es todo un misterio aún - El doctor parecía sorprendido por lo que el muchacho le decía, se quedó ensimismado mientras miraba como escribía en el examen. Hasta que el muchacho dejó el bolígrafo a un lado y se lo cedió.
- Así que al final sobreviviste... No lo creía posible... - dijo el Doctor cogiendo su examen.
- pues ocurrió y quiero poder ayudarle con su nuevo experimento -El Dr. Varith leyó su examen con interés, cosa que complació al joven - y podría decirme cómo consiguió...
- la formula para la cura del Enecu se perdió hace mucho, lo siento muchacho - mintió - ¿seguro que has terminado el examen? - cambió de tema
- sin duda alguna Doctor... -
- Muy bien... Allan Hasshen - se giró, dirigiéndose a los demás - ¡el examen a terminado, dejen todos los escritos en manos del Dr. Mehuly y Gurithel
- pero... Aun queda tiempo de sobra... - se quejó uno de los internos. Su examen fue despedazado antes de que le diese tiempo a acabar la frase.
Allan recogió sus enseres y con una sonrisa salió por la puerta como los demás muchachos.
- un placer... Dr. Varith... - dijo
El doctor hizo un leve movimiento con la cabeza para despedirse del joven y al desaparecer de su vista observó de nuevo el examen. Impecable, deseoso de ayudarle aunque sea para agradecerle la nueva oportunidad que le había dado. Pero era imposible, aun no llegaba a creerlo. No sabía con exactitud si lo que había logrado era bueno o malo, pero fuese lo que fuese, necesitaba tener al muchacho cerca, tal vez descubriera por fin la cura absoluta al Enecu. De ser así, el mismo Doctor podía ser salvado.
Aquí podreis encontrar todo tipo de relatos, videos (o eso espero), imágenes, amigos y todas esas tonterias que ahora enganchan en internet. Solo os pido unos pequeñísimos favores: primero, que sepais que lo de internet no es lo mio, así que paciencia; segundo, pasad por alto mis faltas ortográficas; tercero, ponedme muchos comentarios, aunque no los lea (es coña) y divertios con mis tonterias, con las de mis amigos y con nuestras historias
Portada
martes, 21 de agosto de 2012
miércoles, 15 de agosto de 2012
Dificultades en tierra baldía III
Allan entró en casa sigiloso, desde siempre tenía esa manía, ya terminaba por colocar su pañuelo bajo las llaves y hacerlas girar lentamente para no proferir ruido alguno.
Y la cuestión es que era una habilidad bien deseada para su persona. Siempre se enteraba de hechos que le ocultaban, que mucho tenían que ver con él. Esa tarde no fue diferente.
Había una única luz encendida, esa vez en la sala de estar.
Se acercó y miró desde el quicio de la puerta, en la penumbra; su madre se mecía en una silla, al parecer presa de un típico ataque suyo. Su hermana comía una ensalada sentada frente a su madre, solo las separaba la mesa cuadrada que se encontraba allí desde que le alcanzaba la memoria.
- mama... - habló su hermana, secándose el sudor de su frente con las mangas de su vestido - Hoy Allan lo ha vuelto a hacer... Creo que no se da cuenta... - Allan sonrió ocultándose un poco más en la oscuridad al ver que su hermana se giraba. - de nuevo ese comportamiento... Y esa voz... Esa voz no es suya mama... No lo entiendo... Por favor cuéntamelo, dime porque no es feliz, ¿por qué no es como los demás...? - claramente su madre la ignoró, pero ella seguía intentándolo, intentando que su madre saliera del trauma inducido hace quince años... Finalmente se dio por vencida y siguió a lo suyo en silencio. Allan miró su mano derecha, la cual se había dañado esa mañana con un cristal de su televisión destrozada... ¿era ese el extraño comportamiento del que hablaba?, pero... Él no se daba cuenta de ello...
Entonces se alejó por el pasillo en dirección a su habitación del segundo piso. Al abrir la puerta lo primero que hizo fue recoger la silla del suelo y preparar un cuaderno que se encontraba en el cajón central de su escritorio. Se dispuso a seguir estudiando hasta que fuese la hora de cenar, nadie requeriría de su presencia hasta ese momento.Trabajó duro ya que al día siguiente tenía el gran examen, era una suerte que los temas dados eran de su total interés.
Pasó horas en el mismo sitio hasta que encontró algo que se trababa en su saber. Se levantó de golpe, con los puños sobre la mesa y la silla calló al suelo. Escribió aquello que no sabía una y otra vez y lo leyó de nuevo, manteniéndose de pié pese a pasarse otra hora así y suspiró tranquilo. Consiguió recordarlo; pero de repente escuchó como el bol de porcelana que utilizaba su hermana estallaba contra el suelo. Su cuerpo reaccionó al instante y corrió hacia donde se encontraban. Sus movimientos eran lentos al bajar las escaleras y el latir de su corazón se intensificaba cada vez más. Era grave, Lo sabía demasiado bien. Debía salvar a su hermana.
Elena yacía sobre la mesa, con terribles espasmos.
- ¡Elena! - gritó Allan, acogiéndola entre sus brazos e introduciendo su mano en la boca de ella intentando evitar que se asfixiara con la lengua, una vez resuelto eso y con cuidado, cogió el teléfono fijo de una mesilla y llamó a urgencias.
Nadie respondía a su llamada.
- ¡inútiles! - gritó tirando el teléfono al suelo - tranquila Elena, aguanta por dios - abrazó a su hermana mientras la mecía en el suelo - aguanta -
- Her... Hermano... - Al escuchar que Elena le hablaba se tranquilizó un poco, pero al liberarla de su abrazo y observar su rostro supo que no estaba ni medianamente bien...
Sus ojos estaban en blanco y sendas lágrimas de sangre bajaban por sus mejillas. Después de ese síntoma... Podría venir la muerte...
- emergencias ¿digame?, ¿hola?
En cuanto Allan escuchó la voz de una mujer al otro lado del aparato, se desplazó hasta él sin dudarlo.
- ¡enferma de Enecu X11, enferma de Enecu X11, manden una ambulancia por favor! - gritó a pleno pulmón, pero lentamente para que le entendiesen.
- cálmese señor ¿que ocurre?
- ¡ya se lo he dicho! enferma de Enecu X11 ¡por favor manden ayuda!
De repente todo silencio y los ojos de Allan se abrieron de par en par, aquella voz que podía ser la salvación de su hermana preguntaba a alguien qué era el Enecu X11... Un susurro que apagaba sus esperanzas... Pero por fín escuchó un leve sonido que significaría la salvación, el rastreador de llamadas del hospital los habían localizado. Gran programa desarrollado durante años que conseguía los datos necesarios para no malgastar tiempo.
- Gracias... Por dios gracias... - dijo con lágrimas en los ojos, antes de dar tiempo a la operadora a decirle nada.
- la ayuda va en su dirección señor Hasshen. Dígame mas tranquilamente que es lo que ocurre...
Colgó, la ignorancia del mundo podía con su persona. Meció de nuevo a su hermana, rezando a dios para que la salvase, mientras comprobaba las constantes vitales y limpiaba la sangre del rostro de su hermana.
- ya todo pasará... Ya todo irá bien, aguanta por favor hermanita, No me dejes, todo lo he hecho por ti, aunque no lo creas vivo feliz, pero a tu lado, por dios no me abandones...
- Elena... Mi Elena... - Su madre comenzó a reaccionar a los sucesos de su entorno. Intentó acercarse a Elena, pero Allan la detuvo.
- Aparta loca - le dijo - solo faltaba que la matases a ella también - Un duro golpe que seguramente se hubiese ahorrado si no fuera por la situación. De siempre la había culpado, desde que volvió quince años atrás completamente recuperado y se tragase toda la mierda que le esperaba siendo solo un niño...
- No he sido yo... No fui yo...
- para, aléjate - por casi la profirió un bofetón para que se fuera, pero escuchó la sirena de la ambulancia y corrió llevando a Elena consigo.
Al abrir la puerta los sanitarios ya habían salido de la ambulancia.
- Rápido por favor - les dijo - está gravemente enferma
- ¿que a ocurrido? - preguntó uno de ellos mientras otro cogía a Elena y la introducía en la ambulancia.
- Enecu, desarrollo X11 - respondió acompañandolos en todo momento, quisieron alejarle - soy... Era... Residente - alegó - y e tratado esta enfermedad como podéis ver.
- está bien... Pero no obstaculice.
- nunca si con ello pone en peligro a mi hermana, constantes estables todo el tiempo, tubo un ataque, lo más probable es que tenga hemorragias internas, desgarrados los vasos sanguíneos...
Intentaron inducirla aire y con ello en un espasmo el corazón de su hermana dejó de latir.
Y la cuestión es que era una habilidad bien deseada para su persona. Siempre se enteraba de hechos que le ocultaban, que mucho tenían que ver con él. Esa tarde no fue diferente.
Había una única luz encendida, esa vez en la sala de estar.
Se acercó y miró desde el quicio de la puerta, en la penumbra; su madre se mecía en una silla, al parecer presa de un típico ataque suyo. Su hermana comía una ensalada sentada frente a su madre, solo las separaba la mesa cuadrada que se encontraba allí desde que le alcanzaba la memoria.
- mama... - habló su hermana, secándose el sudor de su frente con las mangas de su vestido - Hoy Allan lo ha vuelto a hacer... Creo que no se da cuenta... - Allan sonrió ocultándose un poco más en la oscuridad al ver que su hermana se giraba. - de nuevo ese comportamiento... Y esa voz... Esa voz no es suya mama... No lo entiendo... Por favor cuéntamelo, dime porque no es feliz, ¿por qué no es como los demás...? - claramente su madre la ignoró, pero ella seguía intentándolo, intentando que su madre saliera del trauma inducido hace quince años... Finalmente se dio por vencida y siguió a lo suyo en silencio. Allan miró su mano derecha, la cual se había dañado esa mañana con un cristal de su televisión destrozada... ¿era ese el extraño comportamiento del que hablaba?, pero... Él no se daba cuenta de ello...
Entonces se alejó por el pasillo en dirección a su habitación del segundo piso. Al abrir la puerta lo primero que hizo fue recoger la silla del suelo y preparar un cuaderno que se encontraba en el cajón central de su escritorio. Se dispuso a seguir estudiando hasta que fuese la hora de cenar, nadie requeriría de su presencia hasta ese momento.Trabajó duro ya que al día siguiente tenía el gran examen, era una suerte que los temas dados eran de su total interés.
Pasó horas en el mismo sitio hasta que encontró algo que se trababa en su saber. Se levantó de golpe, con los puños sobre la mesa y la silla calló al suelo. Escribió aquello que no sabía una y otra vez y lo leyó de nuevo, manteniéndose de pié pese a pasarse otra hora así y suspiró tranquilo. Consiguió recordarlo; pero de repente escuchó como el bol de porcelana que utilizaba su hermana estallaba contra el suelo. Su cuerpo reaccionó al instante y corrió hacia donde se encontraban. Sus movimientos eran lentos al bajar las escaleras y el latir de su corazón se intensificaba cada vez más. Era grave, Lo sabía demasiado bien. Debía salvar a su hermana.
Elena yacía sobre la mesa, con terribles espasmos.
- ¡Elena! - gritó Allan, acogiéndola entre sus brazos e introduciendo su mano en la boca de ella intentando evitar que se asfixiara con la lengua, una vez resuelto eso y con cuidado, cogió el teléfono fijo de una mesilla y llamó a urgencias.
Nadie respondía a su llamada.
- ¡inútiles! - gritó tirando el teléfono al suelo - tranquila Elena, aguanta por dios - abrazó a su hermana mientras la mecía en el suelo - aguanta -
- Her... Hermano... - Al escuchar que Elena le hablaba se tranquilizó un poco, pero al liberarla de su abrazo y observar su rostro supo que no estaba ni medianamente bien...
Sus ojos estaban en blanco y sendas lágrimas de sangre bajaban por sus mejillas. Después de ese síntoma... Podría venir la muerte...
- emergencias ¿digame?, ¿hola?
En cuanto Allan escuchó la voz de una mujer al otro lado del aparato, se desplazó hasta él sin dudarlo.
- ¡enferma de Enecu X11, enferma de Enecu X11, manden una ambulancia por favor! - gritó a pleno pulmón, pero lentamente para que le entendiesen.
- cálmese señor ¿que ocurre?
- ¡ya se lo he dicho! enferma de Enecu X11 ¡por favor manden ayuda!
De repente todo silencio y los ojos de Allan se abrieron de par en par, aquella voz que podía ser la salvación de su hermana preguntaba a alguien qué era el Enecu X11... Un susurro que apagaba sus esperanzas... Pero por fín escuchó un leve sonido que significaría la salvación, el rastreador de llamadas del hospital los habían localizado. Gran programa desarrollado durante años que conseguía los datos necesarios para no malgastar tiempo.
- Gracias... Por dios gracias... - dijo con lágrimas en los ojos, antes de dar tiempo a la operadora a decirle nada.
- la ayuda va en su dirección señor Hasshen. Dígame mas tranquilamente que es lo que ocurre...
Colgó, la ignorancia del mundo podía con su persona. Meció de nuevo a su hermana, rezando a dios para que la salvase, mientras comprobaba las constantes vitales y limpiaba la sangre del rostro de su hermana.
- ya todo pasará... Ya todo irá bien, aguanta por favor hermanita, No me dejes, todo lo he hecho por ti, aunque no lo creas vivo feliz, pero a tu lado, por dios no me abandones...
- Elena... Mi Elena... - Su madre comenzó a reaccionar a los sucesos de su entorno. Intentó acercarse a Elena, pero Allan la detuvo.
- Aparta loca - le dijo - solo faltaba que la matases a ella también - Un duro golpe que seguramente se hubiese ahorrado si no fuera por la situación. De siempre la había culpado, desde que volvió quince años atrás completamente recuperado y se tragase toda la mierda que le esperaba siendo solo un niño...
- No he sido yo... No fui yo...
- para, aléjate - por casi la profirió un bofetón para que se fuera, pero escuchó la sirena de la ambulancia y corrió llevando a Elena consigo.
Al abrir la puerta los sanitarios ya habían salido de la ambulancia.
- Rápido por favor - les dijo - está gravemente enferma
- ¿que a ocurrido? - preguntó uno de ellos mientras otro cogía a Elena y la introducía en la ambulancia.
- Enecu, desarrollo X11 - respondió acompañandolos en todo momento, quisieron alejarle - soy... Era... Residente - alegó - y e tratado esta enfermedad como podéis ver.
- está bien... Pero no obstaculice.
- nunca si con ello pone en peligro a mi hermana, constantes estables todo el tiempo, tubo un ataque, lo más probable es que tenga hemorragias internas, desgarrados los vasos sanguíneos...
Intentaron inducirla aire y con ello en un espasmo el corazón de su hermana dejó de latir.
domingo, 12 de agosto de 2012
Dificultades en tierra baldía II
El Dr. Varith se sentía frustrado, a cada escalón que bajaba hacia su laboratorio más pensaba en la ignorancia de su pueblo. Se sentía superior a ellos, solo necesitaba demostrarlo de nuevo...
Habían pasado ya tres años desde que sus experimentos se vieran reconocidos, lo malo es que en esos tres años no había logrado nada. Para ellos era un loco al que poder ignorar ya, un viejo sin ideas.
No era así, volvería a la cima de la ciencia médica con aquel elixir de la eterna inmortalidad, la gente vería su ingenio y le alabarían de nuevo.
Llegó ante la puerta de su laboratorio, tras un pasillo oscuro de paredes blancas, sin ventanas, ni mas decoración que la puerta de acero y el olor nauseabundo de lo que esperaba dentro.
Ni la cura contra el cáncer...
Metió la llave en la cerradura
Ni las nuevas vacunas que salvaron miles de vidas...
giró la llave y tiró del pomo hacia abajo
Ni siquiera la desaparición del sida...
Se adentró en la más oscura de las habitaciones, lo sabía bien, él lo quiso así
Nada se comparaba con lo que estaba por venir...
NADIE ME SUPERARÁ JAMÁS...
Cerró la puerta con un sonoro golpe que se escuchó a lo largo del pasillo y subió pos las escaleras de metal.
El centro médico de Kliver fue valorado favorablemente por médicos de otras regiones, lo cual la ciudad prosperó gracias a ello. Aun así, todo seguía movido por el dinero de los contribuyentes, un dinero que escaseaba; aunque parecía dar igual, alegres parques, el gran centro, lustrosas tiendas y gentes de todo el mundo eran un bonito parche a esta tragedia.
Allan Hassen era consciente de esto, pese a sus escasos veintiún años había pasado por muchos sucesos traumáticos en su vida y eso le hizo fuerte de pequeño, pero ahora debía encargarse de su hermana menor y su obstinada madre y miraba con esperanza desde la verja de plata del centro.
En ese lugar estaban puestas sus esperanzas y al día siguiente vería si entraba o no... El temido examen para ser ayudante del Dr. Varith. Nada desearía mas que lograrlo, era la primera vez que el Dr requería de un ayudante.
Se aferró a los barrotes de la verja y recordó cómo había estado cerca de la muerte...
Era pequeño, había contraído una extraña enfermedad que lo mantenía encerrado en un hospital. Aun así podía ser feliz, era querido por su familia, nunca estaría solo, así se lo prometieron. Cada día jugaba con su hermanita y su osito de peluche Santi...
Un día su padre tubo un accidente de tráfico y murió, su madre dejó de estar a su lado en ese lugar tan tétrico solo para hundirse en la miseria y el pesar.
Se quedó solo, pensando que le habían abandonado, sin entender lo que ocurría y muriéndose poco a poco en soledad. Una noche no pudo aguantar la tristeza y el miedo a la muerte, la cual le habían explicado, si tenías una buena vida, una vez muerto estarías aun mejor. Pero su vida era miserable y temía lo que le esperase si era así. Era solo un niño... Y lloró por miedo y rabia. Entonces entró un doctor a su cuarto:
- ¿que te ocurre?, ¿no te quieren curar estos miserables? - le dijo poniendo una mano en el hombro del pequeño.
- No pueden... Señor... - respondió Allan, repitiendo las palabras que escuchaba en boca de todos.
- pero yo puedo ¿quieres curarte?
Allan se secó las lágrimas y le miró a los ojos
- si... Mas que nada señor...
- bueno, ¿pero que puedes darme por esto que tengo aquí? - El médico sacó de su bata una jeringuilla preparada para ser inyectada - esto podrá librarte de cualquier mal, y seguir viviendo feliz.
- ¿podré hacerme mayor...? - preguntó inocentemente.
- por supuesto pequeño
- no puedo darle nada... Mama no dejó nada...
- tranquilo, solo quiero que hagas algo por mí.
- ¿si? -
- No le digas a nadie que el doctor Varith te ha salvado -
Y así fue durante quince años, había llegado el momento de devolver el favor al doctor y ayudarle en sus investigaciones... Y con un poco de suerte salvar también a su hermana, que también heredó la enfermedad... Si no era gracias al doctor, al menos sería gracias al dinero del trabajo que con orgullo realizaría.
- ¡Eh tu! - le gritaron desde la lejanía. - aléjate de ahí.
- ¡oh!, disculpe - respondió al hombre que le amonestó y quitó las manos de la verja - solo admiraba el centro de investigaciones.
- bueno que no pase más - se acercó al muchacho, al parecer era un guardia de seguridad.
- si, lo siento mucho, mañana hago una prueba de acceso y estoy un poco nervioso y...
- vale, vale, déjalo ya, comprendo que estáis un poco impacientes por destrozaros la vida solo por dinero fácil pero otros tenemos la obligación de...
- oiga no es eso, para mi es un honor poder ayudar al Dr. Varith yo...
El guardia se echó a reír
- ¿enserio ahora llaman honor a dejarse mangonear por un loco?
- ¡no es un loco! - dio una patada a la verja. - es alguien de prestigio.
- quiere revivir a los muertos. Dime si no es una locura muchacho. Lárgate de aquí -
Allan miró a los ojos al hombre que ante él se encontraba, detrás de la verja junto a sus sueños, unos sueños de los que el hombre se carcajeaba...
Salió del lugar a grandes zancadas, apretando los puños, deseando ver al guardia envuelto en llamas y volvió a su infernal hogar, en los suburbios de la ciudad, siendo recibido por la desgracia. Como era de esperar.
Pero mañana intentaría que las cosas cambiasen... Como esperaba él...
Habían pasado ya tres años desde que sus experimentos se vieran reconocidos, lo malo es que en esos tres años no había logrado nada. Para ellos era un loco al que poder ignorar ya, un viejo sin ideas.
No era así, volvería a la cima de la ciencia médica con aquel elixir de la eterna inmortalidad, la gente vería su ingenio y le alabarían de nuevo.
Llegó ante la puerta de su laboratorio, tras un pasillo oscuro de paredes blancas, sin ventanas, ni mas decoración que la puerta de acero y el olor nauseabundo de lo que esperaba dentro.
Ni la cura contra el cáncer...
Metió la llave en la cerradura
Ni las nuevas vacunas que salvaron miles de vidas...
giró la llave y tiró del pomo hacia abajo
Ni siquiera la desaparición del sida...
Se adentró en la más oscura de las habitaciones, lo sabía bien, él lo quiso así
Nada se comparaba con lo que estaba por venir...
NADIE ME SUPERARÁ JAMÁS...
Cerró la puerta con un sonoro golpe que se escuchó a lo largo del pasillo y subió pos las escaleras de metal.
El centro médico de Kliver fue valorado favorablemente por médicos de otras regiones, lo cual la ciudad prosperó gracias a ello. Aun así, todo seguía movido por el dinero de los contribuyentes, un dinero que escaseaba; aunque parecía dar igual, alegres parques, el gran centro, lustrosas tiendas y gentes de todo el mundo eran un bonito parche a esta tragedia.
Allan Hassen era consciente de esto, pese a sus escasos veintiún años había pasado por muchos sucesos traumáticos en su vida y eso le hizo fuerte de pequeño, pero ahora debía encargarse de su hermana menor y su obstinada madre y miraba con esperanza desde la verja de plata del centro.
En ese lugar estaban puestas sus esperanzas y al día siguiente vería si entraba o no... El temido examen para ser ayudante del Dr. Varith. Nada desearía mas que lograrlo, era la primera vez que el Dr requería de un ayudante.
Se aferró a los barrotes de la verja y recordó cómo había estado cerca de la muerte...
Era pequeño, había contraído una extraña enfermedad que lo mantenía encerrado en un hospital. Aun así podía ser feliz, era querido por su familia, nunca estaría solo, así se lo prometieron. Cada día jugaba con su hermanita y su osito de peluche Santi...
Un día su padre tubo un accidente de tráfico y murió, su madre dejó de estar a su lado en ese lugar tan tétrico solo para hundirse en la miseria y el pesar.
Se quedó solo, pensando que le habían abandonado, sin entender lo que ocurría y muriéndose poco a poco en soledad. Una noche no pudo aguantar la tristeza y el miedo a la muerte, la cual le habían explicado, si tenías una buena vida, una vez muerto estarías aun mejor. Pero su vida era miserable y temía lo que le esperase si era así. Era solo un niño... Y lloró por miedo y rabia. Entonces entró un doctor a su cuarto:
- ¿que te ocurre?, ¿no te quieren curar estos miserables? - le dijo poniendo una mano en el hombro del pequeño.
- No pueden... Señor... - respondió Allan, repitiendo las palabras que escuchaba en boca de todos.
- pero yo puedo ¿quieres curarte?
Allan se secó las lágrimas y le miró a los ojos
- si... Mas que nada señor...
- bueno, ¿pero que puedes darme por esto que tengo aquí? - El médico sacó de su bata una jeringuilla preparada para ser inyectada - esto podrá librarte de cualquier mal, y seguir viviendo feliz.
- ¿podré hacerme mayor...? - preguntó inocentemente.
- por supuesto pequeño
- no puedo darle nada... Mama no dejó nada...
- tranquilo, solo quiero que hagas algo por mí.
- ¿si? -
- No le digas a nadie que el doctor Varith te ha salvado -
Y así fue durante quince años, había llegado el momento de devolver el favor al doctor y ayudarle en sus investigaciones... Y con un poco de suerte salvar también a su hermana, que también heredó la enfermedad... Si no era gracias al doctor, al menos sería gracias al dinero del trabajo que con orgullo realizaría.
- ¡Eh tu! - le gritaron desde la lejanía. - aléjate de ahí.
- ¡oh!, disculpe - respondió al hombre que le amonestó y quitó las manos de la verja - solo admiraba el centro de investigaciones.
- bueno que no pase más - se acercó al muchacho, al parecer era un guardia de seguridad.
- si, lo siento mucho, mañana hago una prueba de acceso y estoy un poco nervioso y...
- vale, vale, déjalo ya, comprendo que estáis un poco impacientes por destrozaros la vida solo por dinero fácil pero otros tenemos la obligación de...
- oiga no es eso, para mi es un honor poder ayudar al Dr. Varith yo...
El guardia se echó a reír
- ¿enserio ahora llaman honor a dejarse mangonear por un loco?
- ¡no es un loco! - dio una patada a la verja. - es alguien de prestigio.
- quiere revivir a los muertos. Dime si no es una locura muchacho. Lárgate de aquí -
Allan miró a los ojos al hombre que ante él se encontraba, detrás de la verja junto a sus sueños, unos sueños de los que el hombre se carcajeaba...
Salió del lugar a grandes zancadas, apretando los puños, deseando ver al guardia envuelto en llamas y volvió a su infernal hogar, en los suburbios de la ciudad, siendo recibido por la desgracia. Como era de esperar.
Pero mañana intentaría que las cosas cambiasen... Como esperaba él...
jueves, 9 de agosto de 2012
Dificultades en tierra baldía I
- Para mi es un honor decir, ante todos, que pronto llevaré a cabo uno de mis mayores experimentos desde la cura contra el cáncer - la gran expectación de los periodistas agradó al Dr. Varith, mientras los flash de las cámaras inundaban la sala de conferencias del gran centro medico de investigación de Kliver.
- Puedo asegurar la efectividad que tendrá la bacteria nociva en estos momentos - enseñó un pequeño tubo de ensayo no mas largo que el dedo meñique de la mano, con un liquido de color negro. - Pronto el malestar que produce será capaz de burlar a la muerte, una vez más la humanidad se revela contra la naturaleza; una vez más, amigos míos, seréis testigos de cómo un solo hombre puede cambiar las cosas ¡nada puede detenernos en estos tiempos! - dio con el puño sobre el atril con decisión. - Hoy, 1 de mayo de 2121 por fin ponemos en marcha la operación no a la muerte donde nos ganaremos la inmortalidad que en verdad nos merecemos.
La multitud se silenció y los flash desaparecieron, la gente no parecía comprender en absoluto lo que el Dr les decía o no podían creer en el experimento en tal caso.
- Perdone - uno de los periodistas, un joven rubio y trajeado, pidió la palabra - ¿es cierto lo que dice?, es decir... Es difícil creer que un doctor de tanto prestigio como usted...
- ¿que pasa, a caso es tan imposible creer en un elixir para la vida eterna? - instó el Dr. Varith
- si... Un poco, usted mismo lo ha dicho... -
- Esto no es cosa de risa señores - se guardó la muestra en el bolsillo de su bata y echó para atrás su cabello blanquecino. - Tengo claro, por incontables investigaciones que es mas que probable... Es mas que probable... Es mas que probable... Es mas que probable...
- ¡Joder!, maldita televisión, estúpido cacharro ¡¿que diablos te pasa ahora?! - un mando voló en dirección a la pantalla de una televisión de plasma pequeña, la cual calló con el impacto y se destrozó - Mierda... Si antes daba problemas ahora... O joder...
- ¿ocurrió algo? - una mujer radiante de cabellos color sangre intenso, cara alargada y delicado camisón dorado, irrumpió en el cuarto de Allan, quien como loco comenzó a ocultar pruebas del desorden... Aunque su propia habitación estaba que daba asco, lo admitía.
Sonrió a la muchacha, avergonzado mientras esta reía, por suerte era su dulce hermana y no su madre.
- la que has liado... - dijo la joven llevándose las manos a la cabeza, rápidamente ayudó a su hermano, desenchufando la maltrecha televisión.
- no te preocupes, era cuestión de tiempo el que me liara a golpes con el maldito trasto.
- sabes perfectamente que la culpa es de la antena - respondió la chica sonriente
- de eso nada, un investigador como yo necesita una tele más grande y mejor - se levantó y cerró el puño con decisión, como si fuese alguien importante.
- aun no has pasado las pruebas, ¿enserio quieres trabajar con el loco ese?
- ¡Elena!, No es un loco para nada - le recriminó - es alguien muy importante para la humanidad...
- Eso dice él, pero no es cierto hermano y no quiero que tires tus títulos a la basura por un estúpido maníaco que piensa que todo lo puede lograr... Mira... - señaló sus libros, apilados sobre un escritorio de madera, cuya silla a juego se encontraba tirada en el suelo como era costumbre. - Has trabajado mucho en teorías que al menos cobran cierto sentido, no quiero que por dos palabras de ese ignorante te quedes sin nada...
- Elena, ya está bien - se levantó, con la mano sangrando por uno de los cristales de la televisión, que aferraba con fuerza - para mi es una gran oportunidad y este trabajo podría proporcionarme el dinero suficiente para tu medicación.
- Hermano... Yo estoy bien...
- Eso no es lo que dice el medico... Ni lo que yo veo en tu precioso rostro... Tu tristeza...
TU TEMOR A LA MUERTE YO TE ROBARÉ... HERMANITA...
- Puedo asegurar la efectividad que tendrá la bacteria nociva en estos momentos - enseñó un pequeño tubo de ensayo no mas largo que el dedo meñique de la mano, con un liquido de color negro. - Pronto el malestar que produce será capaz de burlar a la muerte, una vez más la humanidad se revela contra la naturaleza; una vez más, amigos míos, seréis testigos de cómo un solo hombre puede cambiar las cosas ¡nada puede detenernos en estos tiempos! - dio con el puño sobre el atril con decisión. - Hoy, 1 de mayo de 2121 por fin ponemos en marcha la operación no a la muerte donde nos ganaremos la inmortalidad que en verdad nos merecemos.
La multitud se silenció y los flash desaparecieron, la gente no parecía comprender en absoluto lo que el Dr les decía o no podían creer en el experimento en tal caso.
- Perdone - uno de los periodistas, un joven rubio y trajeado, pidió la palabra - ¿es cierto lo que dice?, es decir... Es difícil creer que un doctor de tanto prestigio como usted...
- ¿que pasa, a caso es tan imposible creer en un elixir para la vida eterna? - instó el Dr. Varith
- si... Un poco, usted mismo lo ha dicho... -
- Esto no es cosa de risa señores - se guardó la muestra en el bolsillo de su bata y echó para atrás su cabello blanquecino. - Tengo claro, por incontables investigaciones que es mas que probable... Es mas que probable... Es mas que probable... Es mas que probable...
- ¡Joder!, maldita televisión, estúpido cacharro ¡¿que diablos te pasa ahora?! - un mando voló en dirección a la pantalla de una televisión de plasma pequeña, la cual calló con el impacto y se destrozó - Mierda... Si antes daba problemas ahora... O joder...
- ¿ocurrió algo? - una mujer radiante de cabellos color sangre intenso, cara alargada y delicado camisón dorado, irrumpió en el cuarto de Allan, quien como loco comenzó a ocultar pruebas del desorden... Aunque su propia habitación estaba que daba asco, lo admitía.
Sonrió a la muchacha, avergonzado mientras esta reía, por suerte era su dulce hermana y no su madre.
- la que has liado... - dijo la joven llevándose las manos a la cabeza, rápidamente ayudó a su hermano, desenchufando la maltrecha televisión.
- no te preocupes, era cuestión de tiempo el que me liara a golpes con el maldito trasto.
- sabes perfectamente que la culpa es de la antena - respondió la chica sonriente
- de eso nada, un investigador como yo necesita una tele más grande y mejor - se levantó y cerró el puño con decisión, como si fuese alguien importante.
- aun no has pasado las pruebas, ¿enserio quieres trabajar con el loco ese?
- ¡Elena!, No es un loco para nada - le recriminó - es alguien muy importante para la humanidad...
- Eso dice él, pero no es cierto hermano y no quiero que tires tus títulos a la basura por un estúpido maníaco que piensa que todo lo puede lograr... Mira... - señaló sus libros, apilados sobre un escritorio de madera, cuya silla a juego se encontraba tirada en el suelo como era costumbre. - Has trabajado mucho en teorías que al menos cobran cierto sentido, no quiero que por dos palabras de ese ignorante te quedes sin nada...
- Elena, ya está bien - se levantó, con la mano sangrando por uno de los cristales de la televisión, que aferraba con fuerza - para mi es una gran oportunidad y este trabajo podría proporcionarme el dinero suficiente para tu medicación.
- Hermano... Yo estoy bien...
- Eso no es lo que dice el medico... Ni lo que yo veo en tu precioso rostro... Tu tristeza...
TU TEMOR A LA MUERTE YO TE ROBARÉ... HERMANITA...
domingo, 5 de agosto de 2012
Dificultades en tierra baldía
Antes de nada, quisiera pedir perdón por el abandono que he profesado en el Blog.
Pero por fin he regresado y vengo con nuevas ideas y secciones, que espero que disfruten pues
ahora tengo más tiempo para compartir con vosotros.
Aquí os dejo la idea (prologo, como queráis llamarlo) para mi tercer relato.
Pero tranquilos, no dejaré sin terminar
El heredero del ángel de la muerte
Solo quiero tener absoluta sincronía de cosas que faltan por descubrir en ese relato,
como es un mapa y las extrañas ideologías que inventé.
Así que ese relato lo pospongo un poco para hacerlo mejor.
Ante ustedes:
En el año 2109 el Dr. Varith consiguió fomentar el desarrollo de la medicina en una pequeña ciudad olvidada (Kliver) que prosperó gracias a dicho doctor; en poco tiempo médicos de todo el mundo se reunieron y se descubrió la cura para cualquier enfermedad.
Tres años mas tarde, y visto el éxito de sus experimentos el Dr. Varith quiso ir más allá, burlar a la muerte de algún modo...
Hasta aquí puedo decir, pero una cosa más, el protagonista de esta historia es Allan Caveth, muchacho de dieciocho años cuya vida a dado un giro inesperado... Como la de todos...
Espero que disfrutéis XD
Suscribirse a:
Entradas (Atom)