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jueves, 17 de septiembre de 2015

dificultades en tierra baldía XIV

La escopeta de Allan retumbaba allí por donde pasase, tratando de alejar a las
criaturas una y otra vez.
Había conseguido tapiar puertas y ventanas con el amasijo de trastos inutiles
que quedó en la casa, así como su descubrimiento al hallar más armamento con
el que sustentarse. Tan solo necesitaba pasar allí la noche, por la mañana
marcharía y se resguardaría en otro lugar tratando de allar respuestas. No volvió
a toparse con su hermana, ni siquiera en sus incansables recorridos por la casa,
caminando sin descanso como zombie que era.
Muchas cosas habían cambiado para él, aparte del hecho de ser el artifice de la
desgracia humana mas trágica de la historia. No necesitaba descanso, se
mantenía en pie gracias a la carne podrida de su madre, por poco que le
agradase la idea de comer aquello, no necesitaba pararse a pensar en el pasado
ya que lo acontecido requería mayor incapié; Pero ante todo, comenzaba a
sentir la soledad.
Disparó una vez mas, con maestría, apoyando la escopeta contra su hombro
mientras apretaba el gatillo. La sangre bañaba el suelo junto a pedazos de carne
provenientes de los seres que trataban de entrar a toda costa, introduciendo los
brazos o incluso la cabeza en cualquier resquicio de puerta o ventana.
Allan suspiró y observó su muñón vacío, si no sabía ni a lo que se enfrentaba
¿como iba a luchar contra todo él solo? Era lo que más se repetía, algo que no
pudo dar respuesta. Suspiró de nuevo, aburrido, hasta que escuchó aquel
ensordecedor sonido, el cual hizo a sus piernas temblar y todo él flojear en un
cansancio considerable; llegaba a ensordecer sus oídos. Por fín volvía a toparse
con ello, su último indicio para aferrarse a algo desconocido lo cual investigar y
sentir al menos la curiosidad del ser humano normal y corriente. Sentirse
mortal.
Sin dudarlo, arrancó los tablones de madera que le mantenían preso en su
propia casa, para salir al exterior y encontrarse ni mas ni menos que con un
considerable numero de criaturas rugindo, babosas y deseosas de arrancarle la
piel a tiras. La sangre de las criaturas y sus victimas generaba sendos ríos hasta
la casa como si fuese el centro mismo del planeta.
Allan se quedó sin palabras, retrocediendo mientras alzaba la escopeta,
vigilante; pero no hubo movimiento por parte de los zombies. Solo silencio
entre gruñidos.
Se atrevió a salir aun sabiendo lo expuesto que estaba a ser atacado y ellos le
siguieron con ojos muertos, bacíos de expresión alguna.
-que extraño... - dijo para si mismo disparando al aire, mas solo consiguió
hacerles retroceder unos pasos y dejarle espacio para avanzar.
No entendía que ocurría, el porqué tal cambio de conducta. Manteía ambos ojos
fíjos en las criaturas, cada una de ellas, aunque fuesen millares. Toda una nación
babeante, susurrando las últimas palabras que sus destrozados cerebros habían
recordado y de lo único que podrían murmurar por siempre; pero había algo
más, en su camino para huír de allí lo mas lentamente posible, una aberración
comparable al mismisimo diablo, un cuerpo putrefacto lleno de imperfecciones
y destrozados dientes clavados incluso sobre los labios. Un cuerpo sangrante y
bulboso con cristalen incrustados y rostro reconocible entre tanta piel
destrozada.
-Doctor...Varith... - Allan tragó saliva con los ojos como platos mientras el
zombie avanzaba hasta él con lentitud, dejando tras de si un rastro putrefacto de
sangre y pedazos de carne muerta que caían como piedras al suelo.
-No... - sonreía mostrando aun mas sus dientes torcidos entre babas de un color
casi negro. - soy Algo Superior, Mas Que tú, Niñato No muerto, eres Como
ellos...
Y de nuevo aquel chirrido ensordecedor. Ahora lo entendía. Una mutación
perfecta. El Enecu unido a la formula contra la muerte había creado dos seres
inmortales capaces de controlar a todos los demás no muertos; pero para su
sorpresa, la inestable enfermedad del doctor no podía compararse con la débil
cepa dormida de Allan. Varith se había convertido en una maquina de guerra, y
él caía irremediablemente bajo sus ordenes. Ese sonido desagradable impedía
que su cuerpo respondiese, así fue obligado a soltar el árma y postrarse de
rodillas delante de un verdadero monstruo.
-ugh... -trató de llevarse la mano a la cabeza para parar su sufrimiento, mas
sus brazos no respondieron. Comenzó a perder la conciencia sobre si mismo
cuando pudo dislumbrar a lo lejos entre los demás no muertos a su hermana, el
craqueteo de su cuello fue el último sonido que pudo escuchar. -He...le...na...