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martes, 27 de octubre de 2015

Dificultades en tierra baldía XV

En poco tiempo el mundo entero entró en peligro de extinción. Especies
animales, aparte de los humanos, todo comenzó a desaparecer con el paso de las
bestias. Los muertos invadían las calles.
El foco de infección era intratable, por la proximidad al epicentro que
comenzaba a dispersarse incluso por el aire; como si una fuga de residuos
nucleares se tratase. La tan aclamada ciudad ya no era nada en comparación con
lo que había sido; hasta los no muertos comenzaron sus andares hacia otro
lugares, mirando al cielo, al espeso aire que los rodeaba y no dejaba espacio a
las aves.
Allan era uno de ellos; Peleándose por un podrido trozo de carne, para luego
seguir un rumbo incierto. Su cuerpo decrépito añadía desesperanza a la raza
humana, como ocurre al mirar a otros seres como él. Escuchaba, pero no oía,
comía sin degustar y sentía sin poder demostrarlo; el cerebro paralizado del
monstruo que ahora era, solo podía emitir una mínima señal de vida y
conocimiento. Era estridente y repetitivo, como sus labios al pronunciarlo.
-Elena...
-A...llan... - la triste muñeca zombie, el foco de la infección, pasó por su lado
rauda, en busca de carne o visceras que llevarse a la boca.
-Elena... - se giró un poco "mirandola", su cuello crujió con un
sonido sordo.
-A...llan... - hizo lo mismo quedándose ensimismada – A... llan... - caminó
hacia él.
Allan gruñó como un perro enfurecido y se tiró encima de ella sujetándola la
cabeza con su única mano. Sendas lagrimas de sangre recorrieron el rostro de la
impotente zombie, la cual trataba de apartarlo aunque fuese imposible.
Entonces él la mordió justo en los labios, un beso sangriento para saciar su
apetito. Y ella gritó con todas sus fuerzas entre un gorgoteo oscuro que terminó
por pasar a la boca de Allan.
Calló a un lado completamente inmóvil con aquello bajando por su organismo
hasta hacerle convulsionar; entonces un chasquido dentro de él le hizo
reaccionar y gritar con todas sus fuerzas.
-Ele...na... - ni siquiera cerró los ojos, no podía; aun así todo se volvió negro,
una vez mas.
-¡vamos vamos! ¡Corre! -
-¿enserio hay que volver a llevarnos uno?
-¡que si, que si!, corre si no quieres que te aniquilen de un solo mordisco
-explícame de nuevo porqué hacemos esto
Unas voces desconocidas lograron despertar al muerto; pero seguía sin poder
ver ni moverse, aunque descubrió una particularidad repentina. ¡Podía
entenderlos! y sabía quien era. Él era Allan Hassen, seguía vivo después de
todo. Debía advertir a los otros del peligro que corrían en la ciudad; si es que
aun estaba allí.
-Ele... - Su mente necesitaba hablar, pero sus labios solo pronunciaban el
nombre de su hermana – El...Elena...
-¡ostia tio!, ¡este sigue vivo!
-no me jodas, eso es imposible, mira, está...
Logró llamarles la atención moviendo la pierna. Como le hubiese gustado poder
verles también y poder levantarse; pero por mas que lo intentaba, le era
imposible.
-Ele...na...
-e-está vivo, e-es un... ¿zombie herido?
-ese intento de chiste no tiene ninguna gracia, vamos ayúdame a cargarlo y
vayámonos. Este lugar me pone los pelos de punta...
-¿pero no dijeron que querían un espécimen sano?, míralo... este está maltrecho
y le falta un brazo
-¿que mas da?, no nos pagan lo suficiente como para poner en fila a todos esos
muertos vivientes y decirles: "¡vengan por aquí!, está abierto el casting"
Aunque no era una situación agradable, a Allan se le escapó una leve risotada.
-lo que me faltaba, ahora hasta los zombies se ríen de mi – pudo notar como
golpeaban el suelo con algo metálico, a pocos centímetros de su nariz.
-¿crees en serio que se ha reído?
-no, imbécil, no saben reír, están muertos, no sienten.
Pero Allan sí podía, del mismo modo que sintió como lo arrastraban
colocándole entre telas y le maniataban de mano y pies para luego
transportarlo.
-Ele...na... - ansiaba preguntarles por el motivo de su llegada, pero nada.
Terminaría frustrándose mas y mas.
-¿pero hablar hablan o me lo estoy imaginando?
-si, eso si, repiten lo último que vieron en vida o algo así, no soy experto en
plagas.
-ya...También es cierto.
Allan cada vez estaba mas desorientado y confundido. Al estar en tal estado no
podía ver ni hablar y en cambio aquellos extraños se lo llevaban a saber donde.
Para bien o para mal, al menos salió de la influencia del Demoníaco doctor;
aunque lo mas preocupante era saber donde se encontraba el maldito en
aquellos momentos.
En lo alto de un edificio derruido, con el cableado peligrosamente
colgando al vacío y la infinidad de hierros a punto de caer, la mole de carne
putrefacta miraba al horizonte con aires de grandeza, reconociendo el mal que
había causado y el reino propio que ahora gobernaba.
Para él la humanidad terminaba en sí mismo, para crear algo mayor. Y llegó el
momento de olvidarse de las nimiedades de la vida y de sus antiguos enemigos.
Allan era historia. Al pensar en él sus minúsculas articulaciones crujían de
rabia, sabiendo que el muchacho también era una raza superior; pero ya no
debía temerlo. Suponía que el joven se estaba pudriendo como todos los demás
y que había llegado el momento de llamar a su ejercito final.
Con un horrible chirrido comenzó a moverse de nuevo, entre carcajadas,
dejando tras de si un reguero de sangre.

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