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domingo, 12 de agosto de 2012

Dificultades en tierra baldía II

El Dr. Varith se sentía frustrado, a cada escalón que bajaba hacia su laboratorio más pensaba en la ignorancia de su pueblo. Se sentía superior a ellos, solo necesitaba demostrarlo de nuevo...

Habían pasado ya tres años desde que sus experimentos se vieran reconocidos, lo malo es que en esos tres años no había logrado nada. Para ellos era un loco al que poder ignorar ya, un viejo sin ideas.
No era así, volvería a la cima de la ciencia médica con aquel elixir de la eterna inmortalidad, la gente vería su ingenio y le alabarían de nuevo.
Llegó ante la puerta de su laboratorio, tras un pasillo oscuro de paredes blancas, sin ventanas, ni mas decoración que la puerta de acero y el olor nauseabundo de lo que esperaba dentro.

Ni la cura contra el cáncer...
Metió la llave en la cerradura
Ni las nuevas vacunas que salvaron miles de vidas...
giró la llave y tiró del pomo hacia abajo
Ni siquiera la desaparición del sida...
Se adentró en la más oscura de las habitaciones, lo sabía bien, él lo quiso así
Nada se comparaba con lo que estaba por venir...

NADIE ME SUPERARÁ JAMÁS...

Cerró la puerta con un sonoro golpe que se escuchó a lo largo del pasillo y subió pos las escaleras de metal.

El centro médico de Kliver fue valorado favorablemente por médicos de otras regiones, lo cual la ciudad prosperó gracias a ello. Aun así, todo seguía movido por el dinero de los contribuyentes, un dinero que escaseaba; aunque parecía dar igual, alegres parques, el gran centro, lustrosas tiendas y gentes de todo el mundo eran un bonito parche a esta tragedia.
Allan Hassen era consciente de esto, pese a sus escasos veintiún años había pasado por muchos sucesos traumáticos en su vida y eso le hizo fuerte de pequeño, pero ahora debía encargarse de su hermana menor y su obstinada madre y miraba con esperanza desde la verja de plata del centro.
En ese lugar estaban puestas sus esperanzas y al día siguiente vería si entraba o no... El temido examen para ser ayudante del Dr. Varith. Nada desearía mas que lograrlo, era la primera vez que el Dr requería de un ayudante.

Se aferró a los barrotes de la verja y recordó cómo había estado cerca de la muerte...

Era pequeño, había contraído una extraña enfermedad que lo mantenía encerrado en un hospital. Aun así podía ser feliz, era querido por su familia, nunca estaría solo, así se lo prometieron. Cada día jugaba con su hermanita y su osito de peluche Santi...

Un día su padre tubo un accidente de tráfico y murió, su madre dejó de estar a su lado en ese lugar tan tétrico solo para hundirse en la miseria y el pesar.
Se quedó solo, pensando que le habían abandonado, sin entender lo que ocurría y muriéndose poco a poco en soledad. Una noche no pudo aguantar la tristeza y el miedo a la muerte, la cual le habían explicado, si tenías una buena vida, una vez muerto estarías aun mejor. Pero su vida era miserable y temía lo que le esperase si era así. Era solo un niño... Y lloró por miedo y rabia. Entonces entró un doctor a su cuarto:
- ¿que te ocurre?, ¿no te quieren curar estos miserables? - le dijo poniendo una mano en el hombro del pequeño.
- No pueden... Señor... - respondió Allan, repitiendo las palabras que escuchaba en boca de todos.
- pero yo puedo ¿quieres curarte?
Allan se secó las lágrimas y le miró a los ojos
- si... Mas que nada señor...
- bueno, ¿pero que puedes darme por esto que tengo aquí? - El médico sacó de su bata una jeringuilla preparada para ser inyectada - esto podrá librarte de cualquier mal, y seguir viviendo feliz.
- ¿podré hacerme mayor...? - preguntó inocentemente.
- por supuesto pequeño
- no puedo darle nada... Mama no dejó nada...
- tranquilo, solo quiero que hagas algo por mí.
- ¿si? -
- No le digas a nadie que el doctor Varith te ha salvado -

Y así fue durante quince años, había llegado el momento de devolver el favor al doctor y ayudarle en sus investigaciones... Y con un poco de suerte salvar también a su hermana, que también heredó la enfermedad... Si no era gracias al doctor, al menos sería gracias al dinero del trabajo que con orgullo realizaría.
- ¡Eh tu! - le gritaron desde la lejanía. - aléjate de ahí.
- ¡oh!, disculpe - respondió al hombre que le amonestó y quitó las manos de la verja - solo admiraba el centro de investigaciones.
- bueno que no pase más - se acercó al muchacho, al parecer era un guardia de seguridad.
- si, lo siento mucho, mañana hago una prueba de acceso y estoy un poco nervioso y...
- vale, vale, déjalo ya, comprendo que estáis un poco impacientes por destrozaros la vida solo por dinero fácil pero otros tenemos la obligación de...
- oiga no es eso, para mi es un honor poder ayudar al Dr. Varith yo...
El guardia se echó a reír
- ¿enserio ahora llaman honor a dejarse mangonear por un loco?
- ¡no es un loco! - dio una patada a la verja. - es alguien de prestigio.
- quiere revivir a los muertos. Dime si no es una locura muchacho. Lárgate de aquí -
Allan miró a los ojos al hombre que ante él se encontraba, detrás de la verja junto a sus sueños, unos sueños de los que el hombre se carcajeaba...
Salió del lugar a grandes zancadas, apretando los puños, deseando ver al guardia envuelto en llamas y volvió a su infernal hogar, en los suburbios de la ciudad, siendo recibido por la desgracia. Como era de esperar.

Pero mañana intentaría que las cosas cambiasen... Como esperaba él...

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