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martes, 27 de diciembre de 2011

El heredero I

Las antiguas leyendas cuentan que cuando el ser humano nació estaba destinado a la inmortalidad, el persistir sin sentimiento alguno. De algún modo los Dioses se apiadaron de ellos, o les condenaron para conciencia de algunos. Pero no era el fallecer lo que les estaban matando. Las guerras, los celos, el deseo de querer más a cada momento; los Dioses les habían condenado. Debían hacer algo, pero fue la propia muerte quien intervino...


- El concepto de la muerte, una nueva creación de ellos para nosotros - El padre Menson daba la misa de los jueves, viendo como ninguno de sus feligreses le hacía caso; no era de extrañar cuando, a la salida, les esperaban guerreros de diferentes cortes para saquearles. Temblaban de miedo. Solo se refugiaban en la iglesia con el fín de sobrevivir; lo que no sabían era que ni la propia iglesia del Eje tenía inmunidad. Las paredes de piedras ennegrecidas y las honorables estatuillas de la muerte no se librarían eternamente de ser desoladas  - debemos tenerla respeto, con esto no quiero decir que tengamos que temerla... -
- ¡si no la temiesemos saldríamos en pos de las espadas de esos asesinos! - le espetó una mujer arapienta, como todos, y carcomida a causa de alguna enfermedad.
El padre Menson suspiró, siempre sacaban ese tema los jueves, claro que era cuando llegaban los guerreros a saquear. Si no fuera por que la gloriosa muerte le dijo a su padre que le rindieran culto los jueves... Aunque su padre era un bebedor compulsivo, y murió por ello, tal ve se lo inventase. No, no era el mejor momento para herejías, debía poner orden.
- hijos mios - dijo finalmente - si no salimos en busca de una muerte rápida es porque en nuestras cabezas tenemos el afán por la supervivencia, otra de las experiencias con las que los dioses nos brindaron.-
- No quiero vivir así - lloró otra mujer que tenia la cara cortada
- son tiempos difíciles pero no dejéis que el miedo os arranque vuestra fe - no le creerían, eso lo sabía de antemano - ahora bien, hemos terminado - bajó del púlpito y se dispuso a guiarles por un pasadizo subterráneo, oculto detrás de una escultura de madera que representaba a la muerte portando una pequeña y fina guadaña plateada. No había dinero ni para honrarla con plata de verdad. Accionó un sistema de poleas que elevó la estatua.
- esta vez tres personas pueden llevar el líquido - les indicó, sacando de su bolsillo un pequeño bote de cristal que contenía un líquido de color rojo fluorescente. Servía para alumbrar en el oscuro túnel, pero quien fuese rociado por él podía alertar a los guerreros una vez fuera.
- que lo lleven los niños - dijo el robusto tabernero del lugar, alzando en brazos a una niña pequeña - así la gloriosa muerte tendrá un tributo de vírgenes -
- ¡pero que dices! - saltó la madre de la niña, arrebatándole a la pequeña - son lo más importante de este mundo; la diosa de la natalidad te escupiría a la cara cabrón -
- ¡ya lo hizo! antes de dejarme estéril - contestó con socarronería
- hijo mio - el padre Menson se acercó al tabernero y destapó el bote. Metió el dedo en el líquido y le dibujó una guadaña en la frente, el símbolo de su fe - gracias por contestar a mi pregunta - luego se acercó al más anciano del grupo e hizo lo mismo. Sus ojos comenzaron a brillar tan intensamente que iluminó toda la iglesia.
- ¿y el tercero, padre? - preguntó la mujer de antes
- soy yo - respondió - nunca os dejaría solos - se hizo la marca con el liquido - ahora vamos y buena suerte a todos - Los niños comenzaron a llorar de miedo y rabia. Bien sabían lo que les esperaban.
Cuando terminaron el recorrido y llegaron al bosque, donde pensaban que estarían a salvo por fin, se encontraron de frente con otros tantos guerreros montados a caballo que  despedazaron al tabernero, quien guiaba al grupo en primer lugar. En sus cascos de batalla estaba dibujado un sol con un reloj de arena. Normal que odiasen tanto a los devotos por la muerte. Eran los emisarios del tiempo, odiaban el final de las cosas, aunque no tenían reparos a hacer que los demás padecieran.
- ¿Pensabais que no sabíamos vuestro secreto? - dijo uno de ellos, agarrando a una mujer por el pelo - tapadles los ojos a los bendecidos, me ponen enfermo ¡aberraciones! -
así lo hicieron sus compañeros, con unas finas vendas de lino taparon los ojos del padre Menson y del anciano.
- ¡padre Menson! - el guerrero se quitó el casco de batalla. Tenía la tez pálida, al igual que el pelo blanco a mas no poder y unos ojos grandes y desafiantes de un color rojo intenso, como todos los del Norte de Feriementh. Tenia, ademas, un tatuaje con el mismo símbolo del casco, indicaba que era de la nobleza- como me alegra haberte pillado al fin ¿como que esta vez te sacrificas por tu pueblo?, ¿donde están tus riquezas ahora viejo? -
- después de asolar mi pueblo me hice pastor, ya lo sabes - respondió - ¿y tú, cobarde?, ¿crees que la linea de la vida seguirá su curso matando a quienes alimentan a la muerte? -
- por supuesto, o si no escucha -
cogió a uno de los niños y le degolló de arriba a abajo. sus alaridos y los de su madre hicieron que el padre Menson torciera el gesto y agachase la cabeza, culpándose por lo que estaba ocurriendo. Luego cogió a la madre y le clavó la espada en el pecho; una espada dorada con el mismo símbolo del tiempo, mellada de tantos años como tenía.
- sus gritos es por adoran la vida, no desean ser tocados por la muerte, en el fondo lo
sabes ¿verdad? - el padre Menson no dijo nada - ¿quienes de vosotros desean seguir con vida?, vamos un paso para delante no os pasará nada - la mayoría se acercaron a él, temerosos - me lo imaginaba, los demás servid a vuestra amada muerte ¡matadlos!, pero dejad vivo a Menson, que siga sufriendo lo que le queda de vida -
- ¡nunca os dejaré que...! - le empujaron y cayó al suelo dándose en la cabeza con una roca


Pese a las malas intenciones de los codiciosos pueblos cercanos a Catharem y a los muertos que aún yacían en las aceras de piedra, los pueblerinos celebraban su culto a la muerte, días festivos y casi llenos de alegría con música melancólica pero armoniosa. La plaza se llenó de gente que se habían ocultado hasta la llegada de la tarde y hacían como si no pasara nada, bailando y riendo hasta que tuviesen que ocultarse de nuevo.
Unas calles más abajo un haz de luz proveniente de una brecha del suelo cegó a un niño. la brecha se fue haciendo mas grande y estuvo a punto de caer por ella, pero las sedosas manos de una mujer encapuchada le agarraron a tiempo.
- aún no a llegado tu hora pequeño - le dijo la dama con una risotada. Su voz era celestial - ten cuidado ¿vale?, en un futuro podrías tener un accidente -
El niño no respondió. Miró a sus pies, la brecha por donde había estado apunto de caer había desaparecido; vio que la mujer no venia sola, ocultaba a alguien debajo de su túnica negra.
- Tranquilo, - le dijo la mujer con esa voz tan perfecta - pronto os haréis grandes amigos. Saluda
pequeño mio - le instó a quien ocultaba. El extraño se asomó un poco por entre los pliegues de la túnica. No era parecido a nada que hubiese visto antes el niño; un ser oscuro, demoníaco, con garras por dedos y desafiantes ojos dorados pero aun era joven, muy niño para ser temido. Pese a su aspecto demoníaco, parecía triste y asustado.
Cuando el niño se acercó para verle mejor el ser se ocultó de nuevo, entonces la mujer se apartó y le dejó al amparo, descubriéndole por completo.
La criatura comenzó a temblar. Era un demonio, no había duda; aun así el niño no se asustó.
- hola - le dijo, el pequeño demonio se tapó la cara con las garras en respuesta. - me llamo Carlos -
- Ca...Carlo - pronunció, dejando de temblar
- no, Carlos - le corrigió, su curiosidad fue en aumento
- aún es muy joven como para aprender vuestro idioma - le dijo la mujer, agachándose
junto al niño - no le digas a nadie que nos has visto ¿vale Carlos? -
- Prometido ¿que es? - señaló al demonio
- un ángel -
El ser volvió a ocultarse en los ropajes de la mujer
- no parece un ángel -
- eres muy inocente, él tiene la forma que vosotros los humanos le habéis dado -
- ¿y usted, quien es? -

- alguien en quien creéis profundamente - se bajó la capucha - una diosa -


Diosa de la Muerte

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