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viernes, 5 de octubre de 2012

Dificultades en tierra baldía V

Todo había salido bien, se decía Allan en su recorrido por los suburbios hasta su casa. Por ahora solo le quedaba esperar. Así pues, estaría al lado de su hermana hasta que el Dr. Varith decidiese cual era el alumno adecuado.
Una vez llegado a la verja, siempre abierta, fue sacando sus llaves hasta llegar a la puerta, fue despacio como siempre, sus costumbres nunca cambiarían. Sacó el pañuelo de tela y giró la llave sin hacer el menor ruido.

Una vez dentro escuchó los llantos de la mujer que le dio a luz y a la que tanto odiaba. Suspiró y caminó por el largo pasillo hasta la habitación de esta, en la planta de abajo.
- ¿que te pasa ahora? - dijo, sobresaltando a la mujer. Ni siquiera entró, se quedó en el cerco de la puerta, esperando una respuesta.
- mi niño... No he podido hacer nada por tu hermana... - lloró
- ¿y que esperabas lograr exactamente?, una loca como tu no puede con el mundo que la rodea, quítate la vida de una vez -
- mi niño... ya no soy así... -
- ya claro, pues ayer de poco te esforzaste para salvar a Elena - le espetó - eres una madre horrible -
- Matame... - le rogó entre sollozos
- ¿ves como eres la misma idiota que siempre?, tómate los antidepresivos e intenta superarlo o suicidate, no me pienso manchar las manos por una hipócrita - dicho esto se fue dirigiéndose a la habitación de su hermana, en el segundo piso. Antes de eso se acercó a la suya a por una bolsa de viaje y unos libros; quería recoger algunas cosas de su hermana para que se le hiciera más amena la estancia en el hospital. Con un poco de suerte le subía la moral. Pero bien sabía que mejor sería que se recuperase.
Dobló un par de pantalones de su hermana y unas camisas amplias de vivos colores para cuando saliese del hospital, estaba seguro que saldría de esas.
- ¿ya te estás deshaciendo de sus cosas?, no tienes corazón... - ahí estaba de nuevo su madre para consumirle la poca paciencia que le quedaba.
- tu hija no está muerta mala puta, haber cuando se te queda en la cabeza - gritó, haciendo que la mujer volviera a los llantos, aun así él prosiguió reprochando sus actos:
- eso es lo único que ves, de lo único que te preocupas si no eres tu misma ¿que tu hija tiene una enfermedad incurable?, ¡que importa! ojalá se muriese ya ¿no es así? -
- no... Yo... -
- si tu, incapaz de querer a otra persona; por eso padre se marchó ese fatídico día, por eso murió. Por lo estúpida que eres -
- Matame... - se tiró al suelo de rodillas, con las manos ocultando su rostro.
- ya te lo he dicho, si tanto deseas morir, suicídate - la esquivó, llevándose consigo las cosas por las que había vuelto al hogar y dejando en el suelo, cerca de su madre, una navaja bastante oxidada - Haz un favor al mundo y no te entrometas más - concluyó bajando las escaleras y marchándose dando un portazo.
La mujer miró el arma y la acarició con cuidado antes de cogerla y abrazarla fuertemente. Era la navaja de su marido. Lo único que la quedaba de él. Allan podía tener razón y convertirse en el instrumento de su muerte, muchas veces lo había pensado, nada la retenía en ese mundo.
Despacio, se llevó el filo de la navaja al cuello a la vez que sus manos temblorosas la hacían dudar. No pudo hacerlo, era una cobarde. Prefirió seguir viviendo y volver sin buscarlo, a un estado psicótico que la llevó a la locura de nuevo, a un lugar irreal del que no podía escapar y ser presa de pesadillas mientras sus lágrimas caían al suelo una tras otra, gota a gota.

El gotero era la única posible diversión para Elena, eso y la ventana cerrada y funesta de su habitación. Odiaba estar en el hospital, sabía que era necesario en su estado pero no era nada agradable, sobre todo cuando sabía que su fin era inminente.
Lo notaba, sentía la enfermedad dentro de ella, recorriendo sus venas y le dolía incluso al respirar con sus delicados pulmones que ahora eran como el cristal. Se le nubló la vista, uno de los síntomas del Enecu, prácticamente perdería la visión por completo en unos días... Si sobrevivía lo suficiente para que eso ocurriese.
Suspiró, empañando la mascarilla de aire que la ayudaba a respirar y la libraban de los agentes externos. Se sentía sola, demasiado sola y luchando contra algo que apenas entendía.
- ¿como nos encontramos hoy? - escuchó en la lejanía. Esa mañana tocaba prepararse para más pruebas innecesarias. Ella ya sabía que iba a morir de un momento a otro, solo la investigaban para poder curar a otros enfermos de las células cancerígenas del Enecu. No dijo nada, siguio viendo las gotas de la medicación   caer a un compás lento.
- está bien, voy a tomar una muestra de sangre... -
- ¿mas? - dijo, con voz ronca y apagada, como alejada por culpa de la mascarilla.
- y sabe que si, mientras más pruebas hagamos... -
- ahórratelo, ya se que voy a morir... - suspiró, mientras una lágrima de sangre le surcaba el rostro.
- de eso nada nosotros... -
- vosotros no podéis hacer nada, solo mi hermano... - sufrió un ataque de tos, antes de que la diese tiempo a terminar la frase. - haz lo que sea... Quiero descansar... - dijo despacio, consiguiendo calmarse.
- está bien... -
Lo último que Elena sintió fue la aguja atravesando su piel.

Con la llegada de la noche, cayó una gran tormenta. Elena se despertó sobresaltada con el sonido de los truenos. Se levantó, quitándose la mascarilla de oxígeno, y caminó ligeramente fuera de la habitación.
Cada pasillo estaba oscuro y tétrico, pero la daba igual. Elena era fuerte y no le temía a nada salvo lo que estaba por venir...
Al poco se encontró con una silueta al fondo de uno de los pasillos, que fue iluminado por un rayo.
- ¡Allen! - gritó, corriendo hasta su hermano - Allan no te esperaba a estas horas ya ¿que haces aquí? -
- esperándote - respondió con voz gutural.
- ¿Allan? -
- ¿no ves que estás curada? Venga, vayamos a casa... -
- no se... ¿Como ha sido posible?, ¿que te ocurre...? -
- a mi nada, estoy perfectamente -
Allan agarró a su hermana del brazo y la guió por el pasillo con rapidez. Una vez fuera del hospital se relajó. - ya eres libre hermana mía - la dijo
- pero ¿que pasa...? -
- que yo me quedo... Al menos ahora... -
Ahora era libre de la enfermedad, ahora podía ayudar a su madre y descansar feliz; tal vez incluso más cosas que antes no podía lograr; Pero ¿y su hermano?, ¿que había ocurrido? Una vez más le veía ingresado en el hospital, ¿una vez mas?

Otra vez... Y ella seguía sin recordar cuando fue exactamente, menos aún cuando ahora era feliz.

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